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**NOTA !!!! : Para las personas q me han preguntado o han escuchado otras cosas que pueda que no del todo sean ciertas, debo aclarar: Asi es, fui expulsado de la UJMD. Por los videos que subí en cierta ocasión, lo cual me parece una clara falta de respeto con los catedráticos a pesar de no haber sido de mala intención, yo admiraba y aún admiro a... de hecho todos los catedráticos con los que tuve clase alguna vez; lo injusto me parece la medida tomada, puesto que igual o mas gravoso es el daño cuando se habla por ejemplo, de que un prof. se acostó con una alumna para pasar la materia, lo cual lo escuché reiteradas veces a lo largo de mi "corta" estadía en la UJMD. Exagerada la medida de no aceptarme el reingreso, pero la acepto y no me quedo con malos resentimientos con nadie. La verdad es que en lo que respecta a mi inteligencia emocional debo trabajar mucho, y por eso no había podido entablar una relación madura con la gente, en este proceso he dañado a varios de mis compañeros con mis pretenciones y orgullos... entre otras cosas, pero en realidad no era mi intención... era mi impotencia y mi miedo a ser aceptado y reconocido por mis pares, parecía una fuerza para alejarlos pero mi propòsito era lo contrario, pero al final he salido perdiendo. Gracias a esta experiencia, no he perdido nada, más he ganado una enseñanza. A todos, en serio, los llevo en mi corazón tanto compañeros como catedráticos, espero sigan persistentes en todo, de ustedes he aprendido en 3 años lo que difícilmente aprendí en toda mi vida. Mi blog lo cerré por que ya no quería lidiar con toda la información que había expuesto, nadie me pidió, mucho menos ordenó que lo cerrara, más fue las circunstancias las q me obligaron a hacerlo, por que al final me di cuenta cuanta información había de mi persona que me pone en peligro, y compromete a mi familia... y al fin y al cabo ya ahora me doy cuenta que en realidad a nadie le interesa mis vivencias triviales cotidianas.... lol? Asi q pues, un saludo a la capital del derecho !!! yo, por mi parte gracias a esto encontré mi verdadera vocación, :D Caminante no hay camino, se hace camino al andar.... Dejare abierto al publico mi blog, ya que es mi motivación y orgullo, solo que no tendrá mas updates por lo antes mencionado. A continuación de esta etapa, viene un nuevo blog por supuesto, esten pendientes para el lanzamiento del nuevo blog que haré, el anuncio oficial lo haré desde aca. Suerte a todos, y disfruten de lo que puedan hacer uso de este blog, tanto las clases como las entradas antiguas.

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Nuestro Regalo

08 mayo, 2008

Después de concebir dos hijos gracias a la fecundación in vitro (FIV) mi esposo y yo nos vimos ante un dilema inesperado: qué hacer con los embriones sobrantes.
-Anónimo








A veces, a mi hijo de tres años le gusta que le cuente la historia de cómo nació. "Había una vez una mujer que deseaba mucho tener un bebé", comienzo. La mujer elevaba plegarias al cielo y recurrre a unos médicos, hasta que por fin llega el niño. Ésta es la versión resumida. En realidad, tener a nuestro primer hijo nos costó a mi marido y a mí cinco años, cuatro operaciones, un aborto, dos intentos de FIV y miles de dólares. Dos años después nuestra segunda hija también nació por FIV. Entre las parejas estériles, somos de los afortunados.

Nuestros dos hijos empezaron su vida en forma de embriones congelados transferidos, en jerga técnica. A los 37 años me administraron foliculoestimulantes para que produjera óvulos adicionales. Lo ideal es que sean de
10 a 15 de una vez. Yo produje 31, cuando en una ovulación normal, sin FIV, suele ser uno solo. Cuando las mujeres producen tantos óvulos (sólo una de cada 20 produce más de 20), éstos suelen ser de mala calidad, y los efectos secundarios a veces exigen hospitalización. Éste no fue mi caso. De los 31 óvulos que me extrajeron, 25 se fecundaron con éxito con semen de mi esposo, y 19 resultaron candidatos para la FIV. Al principio me implantaron dos embriones frescos. Los demás se congelaron a fin de implantarlos después de dos en dos si era necesario. Hicieron falta cuatro embriones (dos frescos y dos congelados) para concebir a mi hijo, y cuatro más, congelados, para que naciera mi hija. Me quedan, pues, 11 embriones congelados en un tanque de nitrógeno líquido a 196°C bajo cero. Y éste es el problema: ahora que mi familia ya está completa, debo decidir qué hacer con esos embriones.

En retrospectiva, cuando pensaba en mi esterilidad total, me invadía la angustia y me sentía muy desdichada. Peor que eso: creía que mi vida no valía la pena si no tenía hijos. Me daba igual si me sometía a la FIV, adoptaba un niño o solicitaba los servicios de una madre alquilada (consideré todas las opciones, ninguna fácil) con tal de ser madre. Durante largo tiempo pensé que nunca se me presentaría la oportunidad de serlo.


Es difícil explicar a una persona fértil cómo se siente no poder quedar embarazada. Es una experiencia que nos cambia, casi nunca para bien. La gente que nos rodea está ocupada concibiendo, y las imágenes de paternidad y maternidad -no sólo en los medios de comunicación, sino en la abundancia de mujeres embarazadas o que llevan bebés en cochecitos- nos desgarran el corazón. Rara vez he conocido a una persona estéril que no se haya amargado con la experiencia, por que la vida diaria se convierte en un campo minado. El mundo te repite a diario, centenares de veces, que todos tienen hijos menos tú.

Por eso siempre pensé que, si algún día tenía la suerte de que me sobraran embriones, los donaría a una pareja estéril. Ante la posibilidad de sacar de su desesperación a dos personas que no pueden concebir, ¿quién se negaría a hacerlo? El año próximo mi marido y yo tendremos que responder esa pregunta: el gobierno del estado australiano de Victoria permite conservar embriones congelados durante sólo cinco años, al cabo de los cuales hay que solicitar una prórroga especial. Si ya decidí no tener más hijos, ¿qué debo hacer: donarlos a una pareja, a la invnestigación científica, o destruirlos?

De acuerdo con el doctor Lyndon Hale, presidente de la clínica de esterilidad Melbourne IVF, de las tres opciones, la más frecuente es donar los embriones para fines de investigación científica. En segundo lugar está destruirlos, y la práctica menos común es donarlos a una pareja estéril. En la clínica Melbourne IVF se han hecho sólo ocho donaciones en los últimos dos años. por regla general las parejas estériles permanecen hasta dos años en la lista de espera antes de recibir embriones donados.

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No voy a destruir nuestros embriones porque me parece un desperdicio, y sin embargo, ahora que conozco las consecuencias de donarlos, no estoy tan segura de querer hacerlo. Al usar mis embriones, producidos a mis 37 años, una pareja tendría 25 por cuento de probabilidades de lograr un embarazo y traer al mundo un hijo vivo, siempre y cuando la descongelación se realice sin contratiempos, lo que ocurre en 85 por ciento de los casos. Si consideramos mi historial (necesité cuatro embriones para cada embarazo), con mi reserva de 11 embriones pueden nacer tres niños.

Sea como sea, lo más probable es que los 11 embriones se destinen a dos o tres parejas mediante el programa dde donación
de la clínica: en teoría, cada mujer podría gestar un hijo procedente de mis embriones. ¿Soportaré el hecho de tener un hijo al que no conozco, ya no digamos a tres o más? ¿Será una pérdida tan dolorosa como ser estéril? Peor aún, si llego a conocer a ese hijo (que según la ley de mi país puede averiguar mi identidad al cumplir 18 años), ¿resentiré todavía más su ausencia? Mis dos hijos tienen facciones muy parecidas: mejillas redondas, ojos almendrados, un labio superior que se eleva por la parte media en dos puntos. ¿Pasaré años escudriñando caras en la calle en busca de esa fisonomía?

Para mí, otro de los obstáculos para donar embriones a una pareja es que, si conocemos a un receptor viable, podemos proponerlo, pero si no, debemos donar en forma anónima a quien esté en la lista de espera, sin voz ni voto en la cuestión. El doctor Hale, que propugna cambiar esto, explica que la adopción permite en cierta medida a los padres biológicos elegir quienes habrán de criar a su hijo, pero en el caso de la FIV unos padres biológicos negros, por ejemplo, no pueden pedir que su hijo se críe en una familia negra, lo cual tendría más sentido cultural para donantes y receptores. A mí se me plantea el problema inverso: como soy judía, no quiero que mis hijos biológicos crezcan dentro de la población donde vivo, por miedo a que mis hijos lleguen a conocerlos sin saber que son hermanos.



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Difícil decisión: los embriones congelados pueden conservarse un tiempo, pero luego, ¿deben donarse a parejas estériles, a la ciencia o destruirse?

Hay otras cuestiones éticas que considerar. Como somos padres maduros (ambos teníamos más de 40 años al nacer nuestra segunda hija), cuando nuestros hijos sean adultos ¿no los afectará la carga emocional de tener hermanos menores desconocidos? Es posible que nuestros embriones sigan congelados durante años antes de ser donados; podríamos ser ya ancianos cuando ellos alcancen la mayoría de edad, y nuestros hijos quizá se vean en una situación conflictiva.

Aunque donar a la ciencia parece una causa noble (y me gusta pensar que si lo hiciéramos nosotros ayudaríamos a un número mucho mayor de parejas estériles), cuando se está en esta situación uno no se fija en lo que pasa a su alrededor, si bien desde luego se alegra de los avances en este campo. Aún así, mientras no se tiene un hijo propio, todo eso resulta muy ajeno poque lo único que se quiere es ser padre. Conozco tan bien ese sentimiento que ¿cómo olvidar lo que la donación de un embrión significaría para una pareja estéril?

Me he puesto a pensar lo que significa para mí esos 11 embriones congelados. "Nos quedan 11 paletas heladas", decimos en broma a los amigos. Algunos alzan las cejas al imaginarnos con 11 niños más. Durante largo tiempo los vimos como simples embriones: óvulos fecundados, constituidos apenas por unas cuatro células. Encierran la vida en potencia, sin ser la propia vida.

Antes de transformarse en bebés tienen que superar varios obstáculos: primero, resistir el proceso de descongelación; luego, que las condiciones del laboratorio y la habilidad del técnico que los maneje sean favorables. Además, el hecho de transferirlos a un útero no significa que todos se implantarán, y aunque así lo fuera, no forzosamente pasarán del primer trimestre de gestación; al igual que en los embarazos normales, uno de cada seis terminará en aborto espontáneo.

A juicio de los médicos, los embriones están lejos de ser bebés, y les falta mucho para ser fetos. En teoría, impedir su desarrollo no sería más cruel que tomar un anticonceptivo para evitar la fecundación natural de un óvulo. Representan un milagro médico, pero en realidad no son nuestros hijos.

Así pensábamos nosotros, hasta que fuimos padres. Ahora las posibilidades nos abruman. Podríamos descongelar un embrión el año que viene o, hipotéticamente, dentro de varias décadas. Hasta la fecha el mayor tiempo que un embrión viable ha estado congelado son 13 años, pero como se trata de una técnica relativamente nueva, el lapso podría aumentar. Según Hale, el teoría es posible congelar un embrión por tiempo indefinido.

¿Estoy moralmente obligada a dar a los embriones la oportunidad de vivir? Los antiabortistas dirían que sí. Las leyes no tienen una postura clara.

No soy la única paciente de FIV que se enfrenta a estos problemas. Se calcula que sólo en Australia y Nueva Zelanda se conservan 120,000 embriones en congelación. En Australia, sólo cinco por cientose han donado para la investigación médica, en tanto que 2.7 por ciento se desecharán. Apenas uno por ciento está destinado a parejas estériles. Los demás serán usados por sus progenitores o se quedarán en su helado limbo. Muchas personas no saben qué hacer con ellos.

Nosotros estamos en la misma situación: nos inclinamos a donar los embriones a otras parejas, pero nos cuesta trabajo decidirnos. Mi mayor termor es que algún día quiera tener más hijos. A mis 41 años, estoy feliz con mi familia de cuatro miembros. No me concibo cmabiando pañales a los 45; me sentiría demasiado mayor. Pero, ¿si cambio de opinión? Por ahora me incomoda la idea de quedar embarazada a los 45 o 55 años, aunque mis embriones proceden de óvulos de 37. Yo envejezco, pero ellos no. Hoy tengo aproximadamente las mismas probabilidades de embarazarme que dentro de 10 años.

¿Y qué pasaría si mis hojos contrajeran una enfermedad para la que necesitaran un hermano que fuera un donante compatible? Como no puedo prever todas las situaciones posibles, me siento incapaz de actuar.

Por otra parte, mi marido y yo no coincidimos totalmente en la mejor opción para nuestros embriones. Aunque yo los considero sólo vidas en potencia, una parte de mí los ve como los hijos que pueden llegar a ser, y eso me impide donarlos a la ciencia. Esa misma parte también se resiste a cederlos a otra pareja, auqneu esto es lo que quiere mi corazón.

Mi esposo se inclina a donarlos a la ciencia porque prefiere ayudar a más personas. A ambos nos motiva la necesidad de ayudar a los ddemás, pero nuestra indecisión no ayuda a nadie.

Algún día contaremos a nuestros hijos toda la historia de su concepción y de cuánto luchamos por tenerlos. Sabrán lo deseados que han sido, incluso desde antes de ser concebidos. No sabemos cómo responderemos todas sus preguntas. ¿Qué opinarán, por ejemplo, de la decisión que tomemos sobre nuestros embriones?

¿Y que opinarán los demás de esa decisión? Cuando leo en la prensa sobre los "bebés de diseño" obtenidos por FIV y la implicación de que los padres están pidiendo un sinnúmero de especímenes genéticamente "perfectos", me dan ganas de gritar. Cuando se aíslan los genes de un embrión, suele ser para escartar una grave enfermedad incompatible con la vida. En los grupos de apoyo de FIV a los que acudí he conocido a madres que perdieron las trompas de Falopio, que padecieron cáncer o cuyos esposos sufren de fibrosis quística. Nunca he conocido a nadie que desee un bebé perfecto, hecho a la medida de su gusto. He leído encuestas informales en las que "personas entrevistadas en la calle" dicen que los padres que usan la FIV están jugando a ser Dios. ¿No hacen ellos lo mismo al juzgarnos?

La mayoría de los pacientes de FIV queremos lo mismo: una familia. Queremos ser personas normales qque canten canciones de cuna a sus hijos y los lleven a ver partidos de fútbol. Deseamos la existencia más mundana, pero debemos responder las preguntas más difíciles. Ahora bien, si ése es el precio de tener una familia, estamos dispuestos a pagarlo.

Fuente - Revista Selecciones Edición Abril 2008.

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